El Danubio by Claudio Magris

El Danubio by Claudio Magris

autor:Claudio Magris [Magris, Claudio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1985-12-31T16:00:00+00:00


25. BERGGASSE, 19

Cuando estaba él iba poca gente, ahora va todo el mundo, dice el taxista que me lleva a la casa y al estudio de Freud. Esas habitaciones son famosas, también yo he estado en ellas varias veces, pero cada vez la impresión que me producen es profunda, se advierte en esta atmósfera el respeto y la paterna melancolía con las que ese señor ochocentista descendió al Caronte. En el vestíbulo se ven sombrero y bastón, como si Freud hubiera acabado de llegar; hay un maletín de médico, un baúl de viaje y una botellita con una funda de piel, la cantimplora que llevaba consigo en los paseos por los bosques, que amaba con la precisa cotidianeidad del padre de familia.

Las fotografías y los documentos que llenan el auténtico y verdadero estudio, retratos de Freud y de los restantes fundadores de la nueva ciencia o ediciones de textos famosos, son banalmente ilustrativos; esto ya no es el estudio de Freud, es un museo didáctico del psicoanálisis, ya casi reducido a esa fórmula estereotipada que ahora resulta obligatoria en cualquier discurso.

Pero en la pequeña sala de espera quedan unos cuantos libros de la verdadera biblioteca de Freud: Heine, Schiller, Ibsen, los clásicos que le enseñaban la discreción, el rigor y la humanitas indispensables para descender a los infiernos. Ese bastón y esa cantimplora proclaman toda la grandeza de Freud, su sentido de la medida y su amor por el orden, su sencillez de hombre decidido y sin manías, que —adentrándose en los remolinos de las ambivalencias humanas— aprende y enseña a amar todavía más, con más libertad, esas excursiones familiares por el monte.

De todo esto ha quedado poco en los congresos psicoanalíticos en los cuales, con frecuencia, confusas peroratas sin sentido, ignorantes de la sintaxis, degradan el psicoanálisis a su involuntaria parodia, aplicando el complejo de Edipo a los problemas de la limpieza urbana o de la serpiente monetaria. Los herederos de Freud no son los vaporosos ideólogos que utilizan con espectacularidad el psicoanálisis como un cliché, sino los terapeutas que, con paciencia, ayudan a alguien a vivir un poco mejor. Ese modesto y tranquilizador maletín de piel me hace pensar en todos aquellos a quienes debo la escasa seguridad que poseo, la mínima y necesaria capacidad de convivir con mis oscuridades.

Al final de la Himmelstrasse, una hermosa vista panorámica en el bosque vienés, un monumento alzado en 1977 en el lugar llamado Bellevue, dice, no sin énfasis: «Aquí, el 24 de julio de 1895, al Dr. Sigm. Freud se le reveló el secreto de los sueños». Resulta divertido pensar en ese Señor Secreto, que, al igual que un impostor en una comedia, arroja al final la máscara. Se piensa más bien en aquel paisaje y en Freud que lo contempla, leyendo en los perfiles curvilíneos de la ciudad lejana un mapa de los meandros interiores, nunca del todo explorados. En esa inscripción retórica conmueve el «Dr.», ese «Doktor» con resonancias de académica dignidad, de estudios severos y realizados no sin orgullo.



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